Si existe un origen del tráfico de drogas en México, el autor Francisco Gerardo Haghenbeck lo sitúa a inicios del siglo XX. En su novela La primavera del mal (2013), donde aparecen personajes reales como Lucky Luciano, apunta a un grupo de chinos como responsables del movimiento de opio y marihuana desde el desierto mexicano a EE.UU.
Incluso Carlos Fuentes, fallecido en 2012, entró de lleno al tema en una de sus últimas publicaciones. Fue en la novela Adán en Edén (2009), donde el Premio Cervantes relata con ironía los días de gloria de un poderoso empresario y sus vínculos con el negocio de la droga. Los hechos ocurren en un paisaje donde los criminales se burlan del gobierno. “Es una novela política. En ella se muestra un México sumido en el caos, en el descontrol gubernamental”, consignó en su momento la revista Letras Libres.
Sin detectives ni personajes históricos hay un grupo de narradores mexicanos que han reflejado la realidad del narco con historias de personajes secundarios. Un ejemplo es la novela Trabajos en el reino (2004), de Yuri Herrera, que a través de la mirada de un compositor de corridos muestra cómo viven los reyes de la mafia de la droga. Y el drama de las familias que ven a sus hijos tentados por el dinero fácil de los cárteles lo muestra Lolita Bosch en Campos de amapola antes de esto (2013).
En el caso de Fiesta en la madriguera (2010), de Juan Pablo Villalobos, un niño llamado Tochtli quiere para su zoológico privado un hipopótamo enano de Liberia. La novela es el viaje delirante del padre narcotraficante para cumplir el capricho del hijo.
http://diario.latercera.com/2014/03/05/01/contenido/cultura-entretencion/30-159189-9-libros-y-violencia-las-huellas-del-narcotrafico.shtml